15 de noviembre de 2010

Médicos del Centenario IV: Adalberto Cravioto Meneses, 1913-2010

El siguiente artículo fue escrito por el licenciado Jorge Cravioto Galindo.

El jueves 28 de enero [de 2010] dejó de existir el doctor Adalberto Cravioto Meneses a la edad de 97 años. Una vida plena que se inició en la Ciudad de Pachuca el 19 de enero de 1913 y concluyó en la capital del país.



Don Adalberto cursó la educación básica en el Instituto Científico y Literario de su ciudad natal, para luego partir hacia el Distrito Federal con una beca del Gobierno del Estado que le permitió convertirse en médico cirujano por la Universidad Nacional.

El doctor Cravioto era un hombre inquieto y un luchador incansable, siempre en búsqueda de retos mayores y nuevas fronteras que vencer. Marchó al Norte y se estableció en la región lagunera, donde encontró su vocación de servicio. Ahí, como médico rural tuvo la oportunidad de apoyar a las comunidades marginales de la zona, con un gran sentido humano y una absoluta filantropía.



En Torreón construyó no sólo un prestigio personal, sino que puso los cimientos para desarrollar una familia.

Sus capacidades fueron más allá del estado de Coahuila y pronto recibió una invitación del presidente Ruiz Cortines, para incorporarse a las tareas nacionales de la salud pública, teniendo la oportunidad de apoyar en todo el territorio mexicano a sus queridas comunidades.

Pero nunca olvidó Pachuca, su casa en Zempoala, sus muertos descansando en Téllez y a la parte de su familia que había quedado por estos rumbos de la geografía nacional.

Su ilusión de regresar se cumplió, no sólo para tener encuentros y recuerdos, sino para servir como presidente municipal, como representante ante el Congreso de la Unión y finalmente como jefe de los Servicios de Salud Pública.



Don Adalberto incursionó en la política hidalguense no para enriquecerse, no para disputar el poder político y menos para restaurar un viejo cacicazgo del siglo XIX. No, el doctor Cravioto Meneses regresó para servir, para coadyuvar en la atención de las graves necesidades que tienen parte de los pobladores del estado, con la visión de organizar a las comunidades rurales, para que independientemente de las políticas públicas, tuvieran la capacidad de autogestión que les permitiera resolver sus problemas más urgentes.



Beto o Tere como familiares y amigos le decían cariñosamente, no es sólo una biografía más, ya que fue protagonista de un siglo de enormes transformaciones. En 97 años pudo presenciar el cambio del México revolucionario a la construcción de instituciones y la modernización nacional. Vivió los avances tecnológicos: del caballo a los transbordadores espaciales, del telégrafo al ipod, de la pluma y el papel a la computadora.

Fue también testigo de las enormes transformaciones mundiales: la revolución rusa, dos guerras mundiales, la guerra fría, la caída de las ideologías, el neoliberalismo, la llegada a la Luna y un largo etcétera.

Para quienes lo acompañamos en vida y tuvimos la oportunidad de apoyarlo hasta sus últimos minutos, su partida es motivo de tristeza, pero también motivo de satisfacción al reconocer en él a un triunfador, a un hombre bueno que se va sin pendientes porque aprovechó cada instante de su vida para dar y construir. Su herencia es el ejemplo de vida que deja, para quienes continuamos tratando de aportar a la edificación de una realidad más amable.

Se fue satisfecho y con la frente en alto. Cumplió como servidor público, como político, como esposo, como padre y como hombre nacido en “la ciudad de las calles quebradas y los hombres rectos”.

¡Hasta pronto papá!


Adalberto Cravioto Meneses fue hijo del coronel Alberto Cravioto Galindo y la señora Zeferina Meneses León; nieto de Adalberto Cravioto González y Concepción Galindo; y bisnieto del general Rafael Cravioto y la señora Rafaela González.

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